EL AUTODESPRECIO COMO INSTRUMENTO DE OPRESIÓN

John Adrián Peralta Arroyo
Grupos de estudio: Interculturalidad
Instituto de Ética y Cultura - UARM
Diciembre del 2006

La relación de un Yo – Tú siempre se desarrolla dentro de un contexto socio-cultural y condicionado además por la perspectiva de los individuos en concreto. Estas relaciones interpersonales tienen como característica connatural la diversidad y en muchos casos la asimetría.

En ese sentido es interesante reconocer que muchas veces al interior de esta relación intervienen no sólo los sujetos “en sí” sino más bien posturas y actitudes jerárquicas y la vez autocentradas en sí mismas. Es decir, no observamos a la persona como tal, sino más bien, por decirlo de algún modo, lo que ella representa para mí. Un ejemplo claro de ello representan las políticas de inclusión ciudadana que se dieron en el siglo XX en el Perú cuyo principio rector era considerar ciudadanos a quien “otro yo”. Este narcisismo, revela la escasa capacidad de descentramiento de los individuos y la incapacidad para reconocerlo como diferente.

Otros ejemplos de relaciones jerárquicas suelen darse por ejemplo en terrenos afectivos y sentimentales. En este tipo de relaciones, aunque parezca contradictorio, es frecuente caer en la absolutización del otro: “Tú eres todo para mí”, y por lo tanto “Yo no soy nada sin ti”. Y aunque son expresiones que no necesariamente significan lo que dicen, de todas maneras no podemos negar que se trata de relaciones marcadas por la desigualdad.

Es que esa “fusión de horizontes” de la que nos habla Gadamer, y que según él representa el objetivo de toda interelación dialogante parece quedarse en el deber ser.

En conclusión somos diferentes (no distintos) y eso no se puede negar, pero ¿en qué momento esta diferencia se convierte en desigualdad? Es decir, ¿cuándo empiezo a discriminar a los demás por el hecho de no ser como yo? y yendo a un tema mucho más puntual ¿en qué momento esa discriminación llega a radicalizarse y se traduce en una agresión al otro, en un desprecio?. Estos interrogantes son mis motivadores esenciales para el presente ensayo.

En primer lugar podríamos tomar el ejemplo de los conquistadores. Ellos se concibieron a sí mismos como diferentes-superiores cuando juzgaron a los demás desde su perspectiva eurocéntrica. Interpretaron, a partir de la vestimenta por ejemplo, que ellos eran “civilizados” y los indígenas unos “salvajes”. Primera enseñanza: el prejuicio es una reducción de la identidad del otro, o mejor, es protegerse ante el otro y negarse a reconocerlo.

La de los españoles fue una valoración a priori y por lo tanto un falso reconocimiento.

Ahora bien, esto último no necesariamente se expresa en una clara opresión. Es más, creo que este no es el primer sentimiento que se experimenta. Más bien por lo visto lo que sintieron fue una condescendencia. Sentimiento que no es noble, sino más bien consagrador de un sentimiento de superioridad. Segunda enseñanza, tal como parafraseando a Tubito podemos decir que la gente merece y desea respecto, que se le reconozco y valore como tal… eso le permite una autocreación; la gente no quiere condescendencia.

Ahora que lo pienso mejor es posible que la “pena” por el otro es una forma también de menosprecio, de ahí al desprecio parece haber un paso, o en todo caso es difícil reconocer el límite que los separa.

¿Qué es lo que sucede cuando el menosprecio y el desprecio se introyectan? ¿Qué características nos ayudan a reconocer que estamos en ese proceso? Nos detendremos un poco más en este punto.
El autodesprecio surge cuando se cree que se es inferior y ello se vive como algo vergonzoso, humillante. En sí, es una presunta inferioridad, ya que, cuando se analiza con un mínimo de objetividad, se comprueba que no hay motivos de peso para considerarlo tal, o que, en cualquier caso, se le está dando una importancia subjetiva desmesurada.
Lo habitual es que todo esto se lleve en el secreto de la propia intimidad, y que tenga una importante carga subjetiva. A mi modo de ver muchas veces aparentemente no resultan evidentes desde el exterior, pero suelen constituir un intenso y profundo motivo de desasosiego, condiciona bastante la personalidad y el comportamiento de quien las sufre.
Esto es precisamente lo que ha sucedido en el Perú. Tal como señala Degregori desde un inicio una oligarquía con un modelo excluyente de nación hizo creer que en la “comunidad soñada” no había espacio para el que era indígena y analfabeto
Y esto es lo que Lerner en su discurso inaugural al presentar las conclusiones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Según él, sería muy difícil imaginar tanta masacre sin el ingrediente del odio y el desprecio hacia los campesinos de la sierra. ¿Cuál era el rostro de los militares y los senderistas? El mismo que el de sus verdugos, es decir que en sus actos violentos estaban demostrando que se odiaban a sí mismos, estaban matando en los demás aquello que despreciaban de sí mismos.
¿Cómo defenderse ante tanto desprecio? ¿Cómo mantener la dignidad? Y es que ante este discurso reiterativo uno termina creyéndose el cuento. Con Tubino podemos decir que: “El aumenosprecio que interiorizaron los colonizados fue el instrumento más poderoso de su opresión”
Inclusive el termino “raza” como nos recuerda Aníbal Quijano, es “un producto de la historia de poder que fue impuesta en la materialidad de las relaciones sociales, tan duradera y profundamente que fue asumida como parte de la materialidad misma”. Cholo, mestizo, blanco no son terminos “naturales”, sino producto de la una historia de poder.
Y ¿cuándo se deja de ser cómplice de esa opresión? Siguiendo al mismo Tubino concluimos que:
“Cuando uno se libera de esa identidad impuesta y destructiva y empiezan a construirse una autoimagen positiva. La lucha por el reconocimiento de las identidades se transforma así en el elemento medular de la emancipación de los oprimidos y de la justicia cultural y social”
Y Gramsci agregaría “Los grupos dominantes se tornan hegemónicos cuando logran cohesionar a los grupos subalternos en base a su visión del mundo”
El autosprecio significa una erosión de la autoestima ¿cómo se puede desarrollar una cultura profundamente lastimada en su amor propio? “Sólo podemos florecer en la medida en que se nos reconoce” diría Tubino.
Concluimos pues que el reconocimiento no es una cortesía sino una necesidad humana vital. Reconocer al otro sin reducirlo a lo que yo quiero que sea. Es más, no se puede pretender cambiar al otro si es que primero no lo reconozco como tal. Todos los intentos por cambiar-ayudar a los demás sin reconocer primero su propia identidad han fracaso.
Finalmente considero que es para sostener este reconocimiento es necesario creer en una reconciliación. No en el sentido de quien se disculpa por algo como una regla de cortesía; sino desde la restitución de la fe en el hombre. Creer que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.

1 comentario:

  1. Tuve la suerte de tener a este gran hombre como maestro durante toda mi secundaria,

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