LA CULTURA EN EL PERÚ Y EL MIEDO A LA LIBERTAD

Álvaro Pinto Cárdenas
Grupo de Estudio: Ética Pública
Instituto Ética y Desarrollo - UARM
Julio del 2007

No se puede decir que el Perú es un país pluricultural y dejar de lado que la organización política define al Estado Peruano como unitario. ¿Es esto una contradicción? No necesarimante, porque la cultura y la política corresponden a dos campos con dinámicas diferentes. Además es importante comprender que algunos aspectos culturales mayoritarios se han filtrado hacia leyes e instituciones estatales en perjuicio de las dinámicas minoritarias que, por no ejercer la suficiente presión social, han quedado relegadas.

En este sentido, la pregunta es: ¿qué tan plural es la cultura en el Perú considerando al Estado y a la Sociedad? En este trabajo mostraré que el nivel de pluralidad cultural está seriamente limitado política y socialmente. El factor común que genera tales corrientes obstructoras es el desborde irracional del sentido de pertenencia que refleja un temor a la autonomía del individuo.

Hay argumentos muy válidos para defender una cultura determinada -o determinados valores- pero esta defensa no puede hacerse a costa de la restricción de la libertad que tiene cada individuo para orientar su propia vida. Sin individuos autónomos difícilmente existirá una sociedad plural.

La Cultura como consenso y la Política

Si la cultura se refiere a un diseño de vida en común, la pregunta que sigue es: ¿quién plantea este diseño? ¿En qué consiste tal propuesta? ¿Hay consenso? ¿Cómo y cuándo se realizó? Luego, ¿dónde queda la pluralidad? Es decir muchas interrogantes que requieren más que respuestas, un análisis previo sobre el paradigma del diseño de vida en común.

Vamos por partes. Creo ser sincero al decir que no todos los individuos realizan un diseño de vida. Algunos sí, y otros tan sólo lo copiarán, en tanto que haya quienes ni siquiera les importe tomarlo en cuenta. Entonces, no hay un sólo diseño sino varios diseños. ¿Cuántos? Quizás, cómo máximo, tantos como individuos contenga una sociedad en determinado momento. Claro está que, con el paso del tiempo un diseño también puede cambiar, sin que ocasione mayor catástrofe. Esto no quita que haya similitud entre algunos diseños, pero para llegar a concebir un diseño de vida colectivo, han de negarse muchas características particulares y quizás, debido a la contraposición de algunos factores, al final del proceso de síntesis nos quedemos con las manos vacías para sustentar un consenso. Porque el consenso es una decisión en donde cada uno de sus miembros están de acuerdo, y no tan sólo una mayoría de ellos. Ahora, es cierto que habrá algunos aspectos culturales que reciban mayor aprobación numérica que otros. Quienes defiendan determinada posición o se sientan convencidos, tienen toda la facultad para asumirlos y promoverlos.

Por otro lado, en política -campo de las decisiones colectivas que se imponen con el poder- la situación es bien distinta. Aquí los acuerdos sí se toman por mayoría, como en el caso de las leyes dictadas por el congreso. Estas leyes se abocan a temas variados y tienen enfoques diversos. En algunos casos, lejos de proteger al individuo, pretender tutelar su vida. Es el caso de las uniones civiles que se predeterminan en el Código Civil, estableciendo condiciones que uniformizan las relaciones sin tomar en cuenta la variedad de vínculos civiles que se pueden crear como respuesta a una necesidad. En otros campos como la educación, por ejemplo, desde el Estado se decide lo que se enseña, como se enseña y quien lo hace. Evidentemente si la planificación es centralizada, el funcionamiento y los resultados serán uniformizantes. La pregunta es, si este modelo responde a las necesidades y expectativas de cada cliente del servicio educativo estatal.

En resumen, si tenemos leyes que dictan nuestra forma de convivencia y una educación que uniformiza; lo raro es que aún mantengamos la diversidad cultural que existe en el país. Y es que estas formas de influencia política son resultado de individuos que llegan a ocupar cargos públicos que creen que la política se puede ejercer sin límites. Creen saber lo que es mejor para el individuo. Es la cultura del paternalismo: puesto que tú no sabes lo que te conviene, yo político, te lo voy a decir por medio de las leyes. El hecho de que la cultura debe defenderse desde el Estado es algo muy peligroso. Decir que no es posible mantenerlo en una posición neutra es una excusa para caer simpático a la mayoría y no enfrentar el rechazo popular. Si desde el Estado se defiende determinada cultura, entonces, se está discriminando a las todas las demás y por lo tanto, la neutralidad queda de lado.

Si en lo político, la neutralidad es aquello de defiende la pluraridad; en la sociedad lo que corresponde es la tolerancia que pasa por comprender que no se puede utilizar la fuerza para obligar a otros -a pensar, hacer o decidir- como yo creo que es mejor. De otra manera volveríamos a la jungla como práctica para resolver nuestros conflictos.

El miedo a la Libertad

Pero entonces, ¿por qué tanto afán y deseo por uniformizar los deseos y luego la conducta de los indiviudos? Para responder es necesario recordar a Erich Fromm en El Miedo a la Libertad.

Ahí se plantea que antes del nacimiento -y durante los primeros años- debido a la vinculación biológica y física, no tenemos consciencia propia. Creemos que al haber sido parte de otro ser, nosotros somos nuestra madre o nuestra familia. No diferenciamos nuestra extensión. Pero con el tiempo, cada uno desarrolla un sentido de individualidad que rompe estos vínculos primarios, pero que generan ansiedad y temor, por ser un cambio que afecta la seguridad anterior. Si no soy mi madre, entonces ¿quién soy? Ante esta situación Fromm dice que el individuo tiene dos opciones para superar esta situación. La primera es intentar reestablecer los vínculos primarios, es decir, generar relaciones de dependencia. Aquí, se busca ejercer poder sobre otro y también, permitir a otro que ejerza poder sobre uno. Se denominan relaciones sadomasoquistas que se van consituyento en circulos viciosos porque fortalecen la dependencia y restringen la autonomía. Aunque por este camino se logre seguridad, lo que se pierde es mucho, puesto que el proceso de individualización es irreversible y no podemos regresar al estado de depencia fetal.

La segunda opción es precisamente reconocer lo inútil que es reestablecer los vínculos primarios de dependencia y a partir de allí, tomar la decisión de construir nuevos vínculos –secundarios- basados en el reconocimiento de que cada uno es un ser diferente. Esta construcción se da en los campos laboral y afectivo. Es decir, que el trabajo y el amor, son los espacios de desarrollo y realización personal en los que podemos avanzar. Lo que Fromm también menciona es que debido a que la segunda opción requiere mucho más esfuerzo que la primera, muchos optan por las relaciones de dependencia. Aquí radica el miedo a la libertad que tiene que ver con la constitución del individuo y el rechazo irracional a todo lo que tenga que ver la individualidad. Esto a nivel social, se refleja en el clamor a caudillos que muestren el camino o el llamado a autoridades para que solucionen los problemas.

Aunque Fromm escribió ésto el siglo pasado en Europa, el enfoque es válido hoy para el Perú. El miedo a la libertad es latente y proclama que el individuo es un ser social que no puede vivir aislado, y que sus decisiones están sujetas al colectivo. Es cierto que la vida en sociedad es más beneficiosa, pero también lo es reconocer que existen decisiones individuales en las que la sociedad y la política no tienen nada que hacer. Hay un límite entre el ambito privado y el público. Y mucho más lejos queda el ámbito político. Decidir los contenidos de la formación es algo que solo le compete al individuo; y en el caso de los niños, a sus padres. Esa decisión no puede ser política o social, los demás no pueden decidir por encima de uno. La cultura tiene que ver con los campos privado y público, pero no con el político.

Conclusión

Cuando hablé en la introducción sobre la existencia de aspectos filtrados, me referí exactamente a esa tendencia para obligar a otros a actuar de acuerdo a determinada visión particular, por medio de la fuerza, cual si fueramos niños. Enfoque comprensible de acuerdo al rechazo a la autonomía. Esta tendencia en complicidad con el Estado, se traduce en leyes que direccionan el comportamiento individual sin considerar la existencia de la esfera individual, que abarca campos en los que es uno mismo, quien decide, sin verse obstaculizado por lo que dice la ley. Esto sucede cuando determinada cultura -armada con el poder del Estado- arrincona al individuo.

Entonces, como no va a aparece el conflicto cultural si se fomenta precisamente desde el Estado, debido a la intolerancia de sus integrantes o a su complicidad con las presiones sociales. Lo contrario también tiene sentido: en tanto exista más neutralidad en un Estado, tanto más contribución a la pluralidad cultural. Un Estado neutro es la consecuencia práctica del principio de la Igualdad ante la Ley, que es un fundamento de la democracia.

Nadie merece ser tratado -desde el Estado- de manera distinta debido a cuestiones raciales, espirituales, sexuales o ideológicas; siempre y cuando no use la fuerza como medio para alcanzar sus propios fines. Si permitimos que desde el Estado se deje de lado esta neutralidad, abrimos la puerta a la violencia. La pelota en nuestra cancha. ©

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